4.6.02

¿Qué se dice?

Ante la mirada aprobadora de mi abuela, cogí la chocolatina de la señora Anita. La desenvolví. La introduje de golpe en mi boca. Y ahí comenzó mi apuro, porque la abuela empezó a insistir: “¿Qué se dice? ¿Qué se dice?”, pero yo no lo recordaba. Y mientras trataba de hallar un espacio para la palabra en mi boca rellena de chocolate, deambulé desesperado por los corredores grises de mi memoria, buscando la respuesta en algún recoveco. Finalmente encontré algo... ¡”Buen provecho!”, dije, advirtiendo al instante mi error. Sin embargo, la risa de ambas mujeres delató que se sentían suficientemente gratificadas.

Albert Rossell

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