4.6.02

El único

No comprendió nada cuando se la llevaron. Aún no sabe cómo soportó, en aquel cuartucho hediondo, el desfile interminable de uniformes. El último soldado escrutó, con deseo largamente acumulado, su cuerpo desnudado con urgencias brutales. Y se conformó con que le masturbara. Ella, aunque vagamente conmovida por su compasión, no tuvo ánimos para agradecérsela; tal vez más adelante... Pero hoy, después de sobrevivir inexplicablemente a aquel horror, le considera un cerdo como los demás que no quiso mezclar sus fluidos con los de otros. De hecho, es el único cuya cara recuerda y al que quizás un día pueda delatar.

Albert Rossell

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