27.6.03

Búsqueda en la red

Ese día decidió buscar un cuento corto en el espacio cibernético. Después de prender su ordenador. y navegar por la red, llegó a esa página. Pasó por los cuentos del autor, y buscó entre las colaboraciones uno que le llamara la atención.
Ahora lo está leyendo. Todavía no sabe qué es lo que pretende su autor. Hasta ahora sólo hay una descripción de una búsqueda en la red. Se pregunta si tendrá algo nuevo que aportar. ¿Será igual o diferente? Parece ser diferente, pero tiene un final exactamente igual. Como todos, en ese sitio, termina en la palabra número cien.

Alex Kalawski Boza
Pleitos

Hoy he llegado al trabajo y mi teclado no estaba.
En la pantalla se veia un archivo de word que ponia:
"no soportaba mas tus golpes. Mi abogado se pondra en contacto contigo"
Espero que lo haga por teléfono o no podré responder al mail.

Ahora yo me pregunto,
¿me denunciara mi telefono por mis gritos?
¿mi nevera por mis saqueos?
¿mi plancha por el calor?
¿mi sofa por mi sometimiento?
¿mi television por mi olvido?
¿mi raton por mi manoseo?
¿mi boligrafo por mis mordiscos?

Tal vez deba pedir un aumento para hacer frente a una legión de abogados.

Caelete

23.6.03

Llegar a cien

Le parecía una exageración hacer tanta algarabía alrededor de un número. Tanta expectativa. Tanta espera. Es verdad que llegar a cien no era cosa de todos los días. Aunque muchos se lo propusieran era muy difícil lograrlo. Había que hacerlo con cuidado, tomar todas las medidas y precauciones, evitar los obstáculos del camino. Actuar con parsimonia, midiendo las fuerzas, sin hacer ni de más ni de menos Aunque en el fondo, tenía que reconocerlo, le alegraba profundamente estar tan cerca. Faltaba poco. Lo iba a conseguir. Justo, en ese momento, podía celebrar. El cuento llegaba a la palabra número cien.

Alex Kalawski Boza

22.6.03

La verdadera autora

Nadie sabe su secreto, su verdadero poder, (podría haber resultado evidente, pero nadie se atreve a sospecharlo). Es la autora invisible (aunque a la vez, es enteramente visible).
Estaba cansada de su inestabilidad. La hacía ser poco práctica y por lo tanto casi inútil. Aburrida de su situación, simplemente se dejó caer. Para su sorpresa se movió, y no sólo se movió sino que dio un golpecito. Pasado un tiempo se atrevió a dejarse caer de nuevo y ocurrió lo mismo: otro movimiento y otro golpecito,
Eso le dio la idea. La mesa de tres patas había inventado el espiritismo.

Alex Kalawski Boza
Temblor en la mesa

Mis padres me conocían bien: caprichoso, impetuoso, como mi abuelo; simpático, bondadoso, como mi madre; inteligente, trabajador, como mi padre. Un día, mientras comíamos, mis padres me recriminaron mis arrebatos de mal genio (me había peleado con mi hermana), heredados también de mi abuelo. Éste, al oir sus reproches, descargó súbitamente un monumental puñetazo sobre la mesa, declarando a gritos, mientras aún temblaban botellas, vasos y platos, que estaba hasta los cojones de que todos mis defectos se los atribuyeran a él. Hubo un tenso silencio. Entre salpicaduras de sopa, por primera vez en mi vida hice propósito de enmienda.

Albert Rossell
Recuerdos en penumbra

La tarde decae y el comedor está en penumbra. Observo los gestos de papá, difusos al contraluz del ventanal, preparándose un café con leche, disfrutándolo a sorbitos. A mi lado, mamá se lo queda mirando en silencio. Ante nosotros ahora el andar cansino característico de papá, su forma de desplomarse en el sillón frente el televisor. Mamá ya no lo resiste y se marcha a la cocina –papá murió hace años–. En el sillón, mi hermano se incorpora, se deja caer de nuevo, junta sus manos sobre el vientre, como empeñado en que nuestros recuerdos no se pierdan del todo.

Albert Rossell

18.6.03

No va más

Salió de la clínica con gesto patético. Se sentó en un bar y pidió un café. Miró las placas y el gran agujero negro en el tórax. No pensó en él. Sí en su mujer, sus hijos y la hipoteca. Pagó y se fue. Se acordó de la boleta del Quini que había jugado. Entró a la agencia de lotería a controlarla. Salió más pálido que nunca. Llegó a su casa; todos dormían. Se preparó un té. Cerró todas las puertas y ventanas, abrió las llaves del gas y se sentó a ver el noticiero. Mañana sería parte de él.

Jorge Nieva
Duda

Lo mejor que hiciste, debo convencerme, fue no contestar los innumerables correos que mi corazón dictó. No lo comprendía, más lo hacías para que finalmente con cincel entendiese que lo nuestro era imposible. Solo tratabas de ayudarme a desistir del intento de alcanzarte. Se, probablemente, deseabas no escribiese, facilitándote las cosas. Sin embargo, no podia evitar escribirte que jamás nadie te amará, sin interés, sin esperar nada a cambio, como lo es este amor mío. No comprendo qué es esto que nos ha envuelto a ambos. Un día siento que es algo sublime. y otro, que es una inevitable maldición.

Rosy Gutierrez

10.6.03

Cono Sur

Mi novia es bonaerense, sus parientes residen allí. Es testaruda y no modifica su vestuario cuando va a visitarlos. Si va a verlos en verano sufro pensando en el frío que hace en Argentina, temo que vuelva resfriada. Si va en invierno me imagino el calor que debe estar pasando, me preocupa que padezca alguna diarrea estival. Por eso siempre le recomiendo que vaya en otoño, porque allí hace buen tiempo y si pierde el paraguas qué más da. Pero esta vez ha vuelto con unas ronchas rojizas por todo el cuerpo, una alergia primaveral a vete a saber qué.

Albert Rossell

3.6.03

Dionisio

A Dionisio le gusta el verano en la costa. Cuando él y su mujer –entonces una moza guapa donde las haya– se fueron del pueblo y pusieron el bar justo ante la playa fue como empezar a quitarse de encima la mantilla oscura de su mundo anticuado para abrirse a la luz del mar. Pero se tomaron su tiempo. Y ahora, mientras observa a las chicas en la arena, luciendo colores breves sobre su cuerpo, ante tanta ausencia de ropa se pregunta si esos muslos, esos pechos, esas nalgas, debió tenerlos también alguna vez su mujer, bajo el vestido negro.

Albert Rossell