31.12.02

El amigo del aire

A veces me siento sola. Estaba en el pequeño jardín de mi casa, un poco apesadumbrada, cuando de pronto apareció el colibrí. Recorrió todo el espacio, visitó el hibisco, luego el jazmín, descansó un momento y de golpe se colocó enfrente de mi cara, agitando sus alas, me miró fijamente a los ojos, como sí esa criatura hubiera percibido la pena de mi corazón. No puedo explicar la emoción que sentí, mis ojos se llenaron de lágrimas. Ahí me di cuenta que nunca voy a estar sola, que siempre hay un amigo esperando para encontrarnos, como mi amigo del aire.

Lidia Beatriz Cabrera
Cuento

Conozco una habitación con un balcón y una niña. De día la casa duerme, de noche sale a respirar la noche, se abre el balcón y vuelan las cortinas.
Una niña blanca de luna sale descalza, en camisón, a soplar un beso que asciende, desciende y caracolea. A su paso, todas las lunas se encienden, todas las manos perdidas rozan con otra mano los nudillos (se oyen leves susurros de palabras escondidas). Conozco una ventana enrejada donde crecen flores en silencio, donde un niño pálido y transparente toma al beso en el hueco de sus manos y (por fin) respira.

Celia Marí

28.12.02

Un par de errores

El profesor de Formación del Espíritu Nacional presidía el jurado de postales navideñas y convirtió el concurso en obligatorio.
Yo intenté un dibujo a plumilla y tinta china. Casi había acabado cuando una gota minúscula aterrizó sobre la cabeza de san José, desparramándose con escándalo. No tenía tiempo ni ganas para comenzar de nuevo; esperé a que secara y presenté el trabajo tal cual.
Al entregarme el primer premio, el tipo destacó entusiasmado “esa estrella solitaria, metáfora perfecta del advenimiento del hombre nuevo”. Todavía en ocasiones me lo cruzo por la calle. Tiene una salud de hierro, el muy imbécil.

Manuel González Seoane
Cielo e infierno

Apenas había muerto, me encontraba subiendo unas escaleras de extensión incalculable. A lo mejor iba a tener una cita con San Pedro, así que el esfuerzo no me resultaba cansador. Tras cumplir la caminata, me presenté ante el santo, quien me hizo unas pocas preguntas a boca de jarro y concluyó que allí no era mi lugar. ¡Vete!
Debería haberme rebelado, pero, en efecto, qué tenía de provechoso para probar las buenas obras que me darían el codiciado pasaporte de acceso al otro jardín.
Penoso me fue volver y ahora ya no creo en la engañosa ley de la gravedad.

Billy Parakaló

23.12.02

Asesino a sueldo

Apreté su cuello y su mirada se quedo fija y cristalizada. No ofreció mucha lucha. Debo admitir que verle morir, no dejo de erizarme la piel. Cuando dejo de respirar, parecía tan desvalido.

Pobre infeliz. Ahora debía ser cuidadoso de no ensuciarme. Traje un cuchillo afilado para terminar mi labor. Y aunque al principio fue un poco difícil, se que si yo no lo hubiera hecho, alguien hubiese estado obligado a hacerlo. No acostumbro a que nadie haga lo que yo debo hacer. No tenía alternativa. Ya había recibido el pago adelantado. Me consuela creer que ese pato estará delicioso.

Rossana Gutiérrez
Fuente de Inspiración

Estaba pensando como lograr escribir una buena historia. Cuando estoy triste me da por escribir cosas muy buenas. Que haré entonces para estar muy triste. Pensaré que duermo diariamente con el ser que no amo. Que el vecino es más inteligente que yo. Trabajo con personas que no conocen mi idioma. Que olvidé dar de comer al gato anoche. Que mis acreedores ya son muchos. Mi jefe nunca reconoce mis meritos. No, esas cosas son imposibles de vivir. Mejor voy simplemente a caminar y emborracharme de ideas que niegan a llegar cuando no estoy alegre. Mejor no escribo el libro.

Rossana Gutiérrez
Me haces falta ya.

Turbada estoy. Confusa. Temerosa. Tu dijiste que no me harías falta y la primera noche ya no se que hacer sin ti. Si me lo hago yo misma, no será igual. Es maravilloso cuando tú me lo haces. Pero necesito hacerlo aunque ya no estés conmigo. Que se me puede ocurrir en este momento aciago. Debo ser creativa para darme por satisfecha al haber terminado. Colocaré una almohada en mi espalda para pensar mejor. Creo que se lo que haré. Conseguiré un espejo algo grande, me vestiré con ropa cómoda, lavaré mis manos. Si así lograré finalmente trenzarme los cabellos.

Rossana Gutiérrez
Regresando a casa.

Diré que trabaje hasta tarde. Buena excusa.
Viendo mi pantalón he descubierto que estoy totalmente mojado.
Como el traje es oscuro se nota fácilmente.
Tenia que haber sido discreto. No se que haré. Fácil será llegar y hacer como que si nada ha pasado. Pero que diré si ella comienza a hacer preguntas que no pueda contestar. No se lo que pasará si se da cuenta. Estará enojada, espero convencerla. Pensara que soy un insensato. Bueno, quizás no hay problema, la próxima vez ser mas cuidadoso y no olvidar en invierno llevar un paraguas para protegerme y no llegar mojado.

Rossana Gutiérrez
Al fin solos

Llego hasta donde esta y lo acaricio. Cuanta felicidad me da siempre. Lo dejo solo brevemente para realizar tareas pequeñas, como tomar café. Cuantas caricias sin necesidad de verlo. Hace que me duela la mano, pero, todo lo que hago con el me da felicidad. Y le digo que haga algo y el ciegamente obedece. Creo que un día le pediré a mi jefe que me lo deje llevar a casa por las noches. Que me deje que acompañe mis fines de semana.
Eso es. Al fin encontré como no estar solo, aunque solo sea el ratón de mi computadora.

Rossana Gutiérrez
Dulces Sentimientos

Comencé mi romance diciéndole bonita. Cada vez que hacia algo malo, le llamaba preciosa. Cuando le daban ganas de vociferar, la calmaba llamándola encantadora. No era considerada, no quería colaborar con nada, era un estorbo, y entonces con voz dulce le llamaba, hermosa. Cuando le daba por hacer rabietas impertinentes, empezaba a acariciarle el cabello y decirle linda. Gritaba por todo. Quería romper todo, le llamaba mi cielo, tesoro. Y así continué. Hasta que un día, ya cansada de amarla tanto y que me hacia mas insoportable, le pedí que era hora que se marchara. Era imposible convivir conmigo misma.

Rossana Gutiérrez
No se fijó
Pasó la calle sin importarle el tráfico. Todos dirán el se lo busco. El conductor corría a prisa. No pudo verlo. Se manchó de sangre el pavimento.
Llegaron diez curiosos que se marcharon al rato al comprobar que no era nadie conocido.
Un cristiano dijo que ese no era espectáculo de admirar. Una viejita lanzo una triste sonrisa. Un niño se cubrió su carita. Unas moscas no quisieron acercarse. Y allí en sus ojos todavía se lograba asomar una lágrima. Tantas y tantas veces que le dije ten cuidado. No se si me hará falta ese mi pobre pulgoso perro.

Rossana Gutiérrez

20.12.02

Cállate

Esta tos que se ha convertido en compañera inseparable. Y cuando comienzo a olvidarme de ella, me lo recuerda de inmediato. No he dormido por varios días. Me miro al espejo y no me gusta lo que veo. Esas ojeras cada vez se hacen mas profundas. Es tarde ya. Mi reloj se detuvo así que no se que hora es. El cielo allá afuera esta oscuro. Suena el teléfono. El doctor me recomendó no contestarlo nunca. Esas voces me atormentan todos los días. Es mi pasado que insiste en convertirse en hoy y ahora. Me cubriré y no me verá.

Rossana Gutiérrez
Sin contar ovejas

El sueño no llega. Mi profesor de psicología decía que una técnica efectiva era pensar en un punto y al pensar y pensar, de pronto tu mente en blanco, conseguiría dormirse. El punto no funciona. Entonces pensé en contar palabras en lugar de ovejas. Y si escribiese cien cuentos de cien palabras cada uno. Mi abuela decía que yo parecía cotorra cuando comenzaba a hablar. Pero cien cuentos con cien palabras cada uno, equivalen a 10,000 palabras. Y si un lugar de 100 escribiera 1000, entonces serían 100,000 palabras. Pero si escribiera 10,000, entonces sería millonaria. Y si escribiera 10,000.

Rossana Gutiérrez
Compañera

Sentí pasos sigilosos detrás mío. Le dije que se fuera. Que no quería saber nada de ella. Y me sigue por todas partes como si fuese mi sombra. Debo convencerla que acompañe a otros. Tonta y estúpida. Porque insiste en venir conmigo si yo no quiero que estés a mi lado. Prefiero otra compañera que haga ruido, que no se bañe, que eructe, en lugar de lo que es ella. No, no insistas. No, no te quiero por compañera. Cállate, finamente ella se ha ido: es simplemente mi soledad amarga la que me sigue por donde quiera que yo vaya.

Rossana Gutiérrez

19.12.02

Cada cual que atienda su juego

En la antesala, tras el vidrio esmerilado de una ventanilla, espero a un funcionario de esos que, por las dudas, demora en atender. Veo sombras muy difusas que se mueven del otro lado y para entretenerme comienzo un juego de adivinación inocente pero sin duda eficaz. La imagen de Borges, el viejo Jorge Luis, me abre la puerta y me invita a pasar.
- Yo jugaba su mismo juego -me advierte sin volver a mirarme.
- ¿Y?
- Estaba muy preocupado por la belleza entonces, trataba de adivinar... o de inventarla.
- ¿Y ahora?
- Ahora veo la belleza nada más... pero añoro las sombras.

Magda Massacese

18.12.02

Ramera

El me dijo que yo era ramera. y como soy un poco tonta fui a buscarlo al diccionario, porque creo que no se refería a que me andaba por las ramas. Encontré el significado del vocablo y leo que se trata de una Mujer que, por oficio, mantiene relaciones sexuales con hombres a cambio de dinero o intereses materiales. Creo que algo anda mal. yo no lo hice por dinero, ni por interés material. Si algo esta mal, así las cosas, mejor, ire a preguntarle. Es mejor que me diga lo que soy, porque esa palabra me ha dejado confundida.

Rossana Gutierrez
Hambre

No es posible que hoy viví una desventura. Toqué la puerta para que me regalaran un pedazo de pan y el chico gordo que abrió dice que pase el día próximo que hoy no hay. Y que tal si ese dia ya no tengo hambre. Está loco. Yo necesito esa pan
hoy y ahora. Que se ha creido este tonto. Si es que existe cada persona inconciente. Quizá mejor toque de nuevo, quiza no
me ha entendido. A lo mejor me de uno de los dos panes que tenia en sus manos. Quizá no hable el mismo idioma que yo.

Rossana Gutierrez
Espejo

Con gafas o sin ellas puedo ver claramente que ese espejo tiene cosas que no he visto antes. Estoy sola. Tengo frio. Mi piel está blanquecina. Algo parecido a la muerta que vi ayer. La muy mensa no se dio una capa de maquillaje antes de cortarse las venas. Mi cabellera desordenada. Me toco el estomago y hace ruido. Tengo hambre. Me quedé dormida en el parque. Y me he dado cuenta que olvidé ponerme unas hojas, porque ahora estoy desnuda, loca o ciega. Que tonta he sido. Solo era el reflejo de una chica del calendario de la barberia.

Rossana Gutierrez
De paso

Tómela. Sea cuidadosa. Estoy preocupado: es la primera vez. Sí se lo permitiré sólo un momento. No lo haga muy fuerte. Si voy a pensar en otra cosa. Esta bien, no me pondré nervioso. Si eso le hará bien a otros. Eso es vida para otros. No se cobra por ello. Nadie obliga. Esta bien, es bueno que usted tenga una buena familia y que se quieran. No me pregunte por los míos. Estoy de paso. Solo por un momento. Si puedo regresaré el mes que viene. Se que no ganaré intereses. No tendré ahorros en este banco de sangre.

Rossana Gutierrez

16.12.02

Una triste historia

Os quiero contar la triste historia de esta pobre criatura:
No conoció a sus padres biológicos, ni quién esparció la semilla que le dio la vida; creció asilvestrado en aquel símil de hospicio donde vivió lo mejor de su desdichada vida con otras criaturas como él. Lo separaron de sus amigos y lo mutilaron mortalmente porque debía tener prohibido un resquicio de felicidad.
Ahora vivirá en mi casa. No puedo salvarle la vida, sólo mitigar su sufrimiento hasta el fin de sus días, eso sí, sin la ignominia de llevar colgadas bolas plateadas, cintas, paquetitos dorados ni estrellas de oriente.

Andrés Calvo
El soñador

Hay gente que no sueña nunca cuando duerme, o casi nunca, a mi me pasa todo lo contrario: siempre sueño. Pero nunca recuerdo los sueños que tengo. Me acuesto por las noches y en sueños hago mis aventuras, como todo el mundo.
Dicen que si mueres en un sueño mueres de verdad, es mentira, yo lo sé, porque he muerto muchas veces y de las maneras más violentas, siempre violentas: me han clavado cuchillos, he caido desde precipicios, me han disparado, me he ahogado en un lago, me han atropellado, quemado, ahorcado... eso sí, nunca he muerto en la cama.

Serxio Rodríguez Vila

12.12.02

De mayor

Recuerdo esa rabia húmeda, de niño. Cada vez que tenía un disgusto me decía que, de mayor, inventaría una máquina del tiempo para poder volver atrás, prevenirme con antelación, y evitarlo, y me juraba a mí mismo esa lealtad futura.

Ahora ya no me queda demasiado tiempo para construir la máquina, pero el problema verdaderamente importante es que se me olvidaron hace mucho los disgustos concretos de ese niño que se empeña en seguirme incordiando desde cada vez más lejos. La verdad es que, si la termino, sólo iré para darle un par de collejas y que deje de lloriquear.

Albert Rossell
Antes de la nube

El maestro solía llevarnos a todos al lavabo hacia las once. Un día, mientras trataba de ignorar el olor intenso del desinfectante, vi a ese niño. El sol le daba de lleno. Contemplé un instante su gordura que deformaba las rayas azules del uniforme, su sonrisa bonachona exagerada, el fresón protuberante de la nariz y el barullo rizado del pelo. Le saludé con la mano y me devolvió el gesto. Entonces debió pasar una nube, porque de repente ya casi no distinguía nada en el espejo, demasiado oscuro. Me quedé muy extrañado de que aquel chaval tan raro fuera yo.

Albert Rossell

11.12.02

La pulsión oscura

De repente estalló en un arrebato de furia destruyendo todo lo que encontraba a su paso riendo como el maniaco que era ahora a carcajada limpia.
Todo le daba igual, había llegado a su límite. Estaba harto de las reglas, de la moralidad, de reprimir su egoísmo y sus deseos más oscuros.
De ahora en adelante cometería todos y cada uno de los pecados que conociese y no conocería el remordimiento.
Todo el odio y la lujuria que atesoraba su alma quebrada manaba como un torrente de agua oscura.
Era un hombre nuevo y se sentía más libre que nunca.

Antonio Jiménez Benlloch.
Jardín matemático

Jugando al ajedrez tengo la ilusión de ser yo mismo, me identifico con ese enrevesado mundo de piezas y casillas. Soy el explorador de un jardín matemático casi infinito, repleto de árboles de posibilidades que recorro incesantemente para perder el miedo. A veces hallo una torre, un caballo, una reina, cuya belleza me emociona, pero generalmente me diluyo sin conciencia en el laberinto de las interminables ramificaciones y olvido todo lo que está más allá de la partida misma. Procuro, incluso, olvidar la inutilidad de ésta, su final inevitable, cuando la banderita del reloj caerá y habré perdido por tiempo.

Albert Rossell
Casi innecesaria

Yo creía ser sólo una persona casi innecesaria, con su trabajo, su mujer y sus dos niños de rigor –la parejita–, los noticiarios, el fútbol, y el cine de vez en cuando, pero el día que entré en aquella tienda de electrodomésticos, para comprarle una sorpresa a mi familia, me descubrí hablando por televisión, porque verdaderamente eran mi voz y mis gestos los de aquel político emprendedor que, desde un aparato ultraplano de bastantes docenas de pulgadas, le vendía al mundo la heroicidad de los trabajadores anónimos, de apariencia anodina, que lo sostienen con sus acciones diarias e insignificantes.

Albert Rossell

9.12.02

Cuatro con cuatro

Llegó tarde y se acurrucó, pecho con espalda, como un cuatro que abraza a otro cuatro, el brazo rodeando su costado, la mano descuidada rozando la piel de sus senos y la nariz exhalando a milímetros de su cuello. El corazón se le aceleró y bombeó con fuerza sangre que circuló rauda por todas las venas y arterias. La temperatura creció en su interior haciendo más agradable el contacto de sus cuerpos en el gélido ambiente de la habitación.
Se despertó plácido, reconfortado, acurrucado pecho con espalda, como un cuatro que abraza a otro cuatro, en un ambiente completamente gélido.

Andrés Calvo

8.12.02

Esfinge

Otra vez lo veo allí sentado en su silla mirando absorto el mundo detrás de la ventana sin que su rostro muestre expresión alguna.
Raramente sonríe y si lo hace nadie sabe a qué es debido. Nunca entabla conexión visual directa ni es pródigo en palabras. Cuando habla lo hace toscamente y sin entonación.
Realmente es difícil reconocer al ser humano que tengo frente a mi, envuelto en una burbuja de inmutabilidad, inmerso en un mundo distinto al nuestro.
Y cada vez que lo miro quisiera preguntarle ¿En qué piensas? ¿Cómo es tu mundo? ¿Estás sufriendo? El rostro permanece impenetrable.

Antonio Jiménez Benlloch.

5.12.02

Predicando con el contraejemplo

Le explico a mi nieto que algunas cosas no hay que hacerlas, que están muy mal y no debe repetirlas nunca, aunque muchas personas también las hagan, ni siquiera si entre esas personas está su abuela. No, le digo, la abuela no es mala, lo que pasa es que algunos que no se merecen nada, que visten alevosamente de blanco en lugar de sus auténticos colores, y que provocan a todos con su mera presencia, a veces me sacan de quicio, pero no volveré a hacerlo. Y entonces le hago prometer que jamás tirará al campo una botella de whisky.

Albert Rossell
Coautor

Hace mucho apareció por la empresa un cuadro moderno en relieve, con muchos pliegues hechos de un material espeso. Era horrible, pero lo había pintado una directora. Un día, después del vino de la comida, le añadí un chicle de menta masticado, bien encajado en un surco. Quedaba bien, pero algún compañero con ínfulas dijo que eso era robarle la autoría a la pintora. El cuadro aún sigue allí, y el chicle también. El ADN permitiría demostrar que el chicle es mío, y mi esperanza es que algún día el cuadro se venda bien y así podré cobrar mi parte.

Albert Rossell
Menos tonto

De pequeño era un poco tonto. Creía a los adultos cuando explicaban que los mentirosos y los ladrones olían a ceniza. Hasta me confesaba de mis tentaciones. Y lo pasé fatal cuando quise hacerme de la pandilla del Eduardo, porque ellos me exigían jurar que había robado algo aquella misma semana. Entonces convencí de que me enseñara a jugar a dominó a mi hermano mayor, que disfrutó ganándome toda la tarde. Lo sabía por mi padre; cada vez que yo cogía una ficha del montón estaba robando. Ahora que soy menos tonto, lo cuento por si le sirve a alguien.

Albert Rossell

3.12.02

Camino a casa

Miró a su alredor, luego miró hacia arriba. Ahora, todo el tiempo que conocía, que había conocido, le parecía apenas el segundo que demoraba en volver las páginas de su libro, con avidez. Por fin, tenía libro propio. Sus manos temblaron de tanta emoción y el libro cayó al suelo. Lo recogió; se había manchado un poco –pero podría limpiarlo–, y se dijo que era hora de irse a casa a enseñar el ejemplar.
Feliz, cruzó la autopista sin pretender evadir el espíritu violento de los autos. Del otro lado, quedaba su cuerpo, tendido junto a la banquina. Sonrió.

Rosa Elvira Peláez
Nubes

La ciencia no deja de asombrar al mundo. Bañarse en nubes puede ser un buen tratamiento para aligerar las tensiones al finalizar el día. Los estudios fueron tan halagüeños que la producción enseguida entregó al mercado el nuevo producto.
Ya pueden adquirirse prácticas bolsas de diez nubes de alta capacidad expansiva por minuto. Las contraindicaciones indican que deben abstenerse las personas que no toleran las alturas (un baño de nubes puede ser mortal). En breve, podrán comprarse bolsas con nubes de colores y, para los más exigentes, se preparan ediciones especiales de nubes de tormenta (con un rayo de obsequio).

Rosa Elvira Peláez

Certeza

Él quería conocerla para amarla. Para revelarle que todo el amor imaginable existía: él lo tenía para ella. Solamente para ella. Desde que la vio, supo que su vida había tenido como objetivo a esa mujer, que el resto de su vida sería totalmente de amor por ella. Sin medias tintas. Sólo esa mujer estaba destinada a convocarle el futuro de familia, y más aún: de convertirlo en un amante satisfecho que domaría a la vida y emprendería cualquier proyecto. Un triunfador. Nada podría detenerlo.
Pero era un hombre tímido. Para amarla, tenía que conocerla. Y nadie quiso presentársela. Nunca.

Rosa Elvira Peláez
Sueños extraviados

Los sueños extraviados ocupan el mayor espacio en mi casa. Debido a su naturaleza es razonable que tengan una independencia total. Cada día que pasa fagocitan más espacio. Más y más. Son tantos, que su fuerza crece. Comienzo a sentirme inservible. Me abruma no poder soñar todo lo que quisiera, pienso que sería, acaso, una forma de hacer valer mi presencia en la casa. Estoy confundido, y temo.
Desde anoche, estoy durmiendo en el jardín. No sé qué me espera en el futuro. Presumo que el sueño recurrente del clan de los sueños extraviados es que se deshace de mí.

Rosa Elvira Peláez
Un final feliz

Esperaba su llegada, como un niño espera su madre. Ansioso daba vueltas en su cama, sin poder conciliar el sueño, se tapaba y destapaba con la húmeda sabana y recordaba cuanto tiempo llevaba ahí, tal vez años, meses o días quien sabe. Sin poder levantarse de su lecho, atado a esa cama solamente la esperaba. De repente sus labios dibujaron una sonrisa, un viento helado recorrió la estancia, todo a su alrededor se oscureció y un calor veraniego se posó en su corazón. Nunca había estado tan contento en estos meses, tan contento por que al fin llegó la muerte.

Juan Alvaro
Ilusiones urbanas

El día que robé en El Corte Inglés no lo hice por vicio, ni por odio a las grandes empresas. Tan sólo pretendía olvidar lo solo que me encontraba en Madrid. El Corte Inglés es bastante parecido en todas partes, y allí dentro creía poder hacerme la ilusión de que seguía aún con mi familia y mis amigos, en lugar de a más de quinientos quilómetros, haciendo la mili. Pero no funcionó, y entonces robé la postal, para sentirme más cerca, al menos, del recluta madrileño melancólico que en aquel mismo instante robaba otra en un Corte Inglés de Barcelona.

Albert Rossell