16.11.04

Magritte


Desde hace tres horas que dejó su apartamento camina una ciudad que desconoce. Tampoco ha visto a los que solía ver camino a su desayuno en la cafetería. Tampoco estaba la cafetería y tomó su café en un lugar que jamás había visto. La fecha en los rotativos era la correcta pero no había ni una noticia que entendiera. Caminó hacia el trabajo que ya sabía que no iba a encontrar jamás cuando a lo lejos creyó reconocer un rostro y corrió hacia la pelirroja vestida de verde que al escucharlo gritar su nombre lo sofocó furiosa con la almohada.

© j. a. morales

Resfriado

Me cruzo cada día con ella y no puedo evitar detenerme durante unos instantes reteniendo el olor de su perfume hasta que se desvanece entre el gentío. No la veo, pero intuyo que ella sabe de mi veneración. Mi pasión es ciega, como mis ojos, y se contentan con un orgasmo en las fosas nasales.

Ayer llovió, me mojé y me he resfriado. No siento ningún olor. Llega la hora del encuentro pero no la podré distinguir. Pensará que le soy infiel.

Alguien me roza y deposita muy suavemente un pañuelo en mi mano.

-Toma, para que puedas olerme mejor.


Agustí Sanfeliu

El listado rojo de Dios


Llevo un mes sin ganar una partida. No sé si estoy perdiendo facultades o
si el ángel este, que me han enviado de la agencia es un listillo, cada
vez me los mandan más resabiados.
Dice mi secretaria que un español pide cita para consultar una serie de
dudas existenciales. He respondido con el socorrido fax de los asuntos en
africa y Mesopotamia. Al día siguiente salió el caso en el listado rojo:
ALERTA. El españolito dudoso le tienta el ateismo. Aplazaré la partida de
mañana, de todas formas me iban a ganar entre mi secretario y el ángel
justiciero.

gelines.

Esa frase extraña

Leo en el metro. Es extraña esa frase del libro: "conexiones intravenosas con el paisaje". Su sentido pleno me resulta obscuro. Imagino esquemas circulatorios, fotos de paisajes... Recuerdo un libro de texto de mi infancia, con tapas duras anaranjadas y adornos elípticos. Y revivo el olor. Aspiro a través de tantos años ese aroma rancio a libros y escuela. Y con él el miedo, la angustia de no ser un alumno tan bueno y aplicado como ellos quisiean...

Se abren las puertas del vagón. Desaparecen algunos pasajeros. También, irrecuperable, el aroma. Al llegar al trabajo siento frío en el pecho.

Albert Rossell