Malabarista positivo
Pone el sombrero boca arriba en el suelo y empieza a hacer que floten en el aire las bolas de colores. Aunque está cansado y hace frío, sonríe. Se muestra inmune a los comentarios soeces con que los gamberros ocasionales se refieren a su material de trabajo. Y agradece con gestos profesionales pero de apariencia espontánea los tintineos de las pocas monedas que, poco a poco, van llenando el sombrero. Pero sobre todo sonríe, sigue sonriendo todo el tiempo, inmensamente feliz. Esta tarde, antes de salir a la calle, ha empezado a salirle una figura nueva, con una bola más.
Albert Rossell
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