30.5.02

Por mí

Desde esta mañana me siento raro. Desperté más pronto que de costumbre -la casa estaba en silencio- y fui a ver qué hacían mis papás. Les observé por la rendija de la puerta, sentados en la cama y hablando en susurros, seguramente para no despertarme. Papá decía que él tampoco estaba cómodo, que todo era una mierda. Y mamá lloraba de un modo extraño, sin hacer ruido. Luego dijo que lo tenían que hacer por Mario, hasta que fuera un poco mayor... No sé qué tienen que hacer por mí, pero no me gustó que me nombrase en aquel momento.

Albert Rossell
Ingratitud

¿Adónde se habrá largado? Él la sacó de aquel ambiente de mierda, le compró ropa para que estuviera más maciza, hasta se casó con ella. Le enseñó a comportarse, a satisfacerle en la cama como debía, a no sonreír con descaro. Ayer mismo, en el bar se le cachondearon de cómo sonríe al Manu. Tuvo que cabrearse. ¡Mira que es! Vale, igual se pasó un poco porque se había tomado un par de coñacs. ¿Pero quién fue a la farmacia a por vendas y cremas, eh? ¿No estuvo cariñoso después? Y ahora esta nota absurda, que no aguanta más... ¡Ingrata!

Albert Rossell
Paco ojos azules

Hoy no saldrá a la calle. Toda la vida imitándolo. Oxigenándose el pelo para ser tan rubio como él. Aprendiendo a hablar con su tono, su volumen, sus cadencias e inflexiones. Horas al espejo para andar igual, para ser sobrio de gestos, para dirigir a las mujeres esa mirada entre pícara y burlona. Todos en el barrio le dicen que es el Paul Newman español, le invitan a carajillos. Pero ayer entró en ese cine nuevo, y resultó que había que leer las frases en la pantalla porque Paul Newman hablaba en inglés. No, hoy no saldrá a la calle.

Albert Rossell
Peligros

He viajado a tantos lugares y he conocido a tantos humanos tan distintos que, forzosamente, he tenido que aprender a defenderme. Algunos pretenden engañarte, estafarte. Otros tratan de sustraer alguna de tus pertenencias, a menudo las más queridas. Otros te agreden físicamente, te roban sin contemplaciones, te secuestran, te matarían sin remordimientos. Los hay, incluso, que te torturarían por puro placer, si no pudieras eludirlos. Pero hay personas que son, sin duda, extraordinariamente peligrosas, porque conocen el peor de los secretos: saben enfermarte de tristeza, y contra este arma no hay defensa ni escudo posible, porque te ataca desde dentro.

Albert Rossell
Ozikse

El Dr. Ozikse ha conseguido que, sin dejar de ser el gris oficinista, el responsable padre de familia y solícito esposo, yo sea también al mismo tiempo un músico bohemio, soltero y promiscuo, que sobrevive con las monedas de los transeúntes. Me hizo nacer de nuevo y crecer aceleradamente. Ahora soy dos. Mi conciencia puede reposar en ambos. Cuando me abruma el trabajo, mis hijos, o mi mujer, vuelo hacia la calle; pregono, inspirado, mi música. Pero cuando me acosan la lluvia, el frío, el hambre o la soledad, regreso a la oficina o a mi hogar. Se lo recomiendo.

Albert Rossell
La chica dorada

Llamaron a la puerta a eso de las diez de la mañana de un sábado soleado. Estaba solo. Acerqué una silla y me subí para ver por la mirilla. Mi madre siempre me advertía que preguntara quién es, que no abriera a desconocidos. Pero me atraían demasiado los ojos melancólicos, ojerosos, la piel pálida, el aspecto desamparado de la chica que vi al otro lado. A través de alguna ventana en la escalera, la luz la iluminaba como una aparición dorada. La reconocí al instante. Bajé de la silla y abrí la puerta sin precaución. “Buenos días, Tristeza”, le dije.

Albert Rossell
Bruja

Las chismosas decían que se alimentaba de la vida de otros, que gracias a la magia negra absorbía lentamente el alma de los niños. A veces estas habladurías también pesaban en mi ánimo, me atemorizaban, como cuando oí aquellos pasos de hombre detrás de las cortinas de su comedor, pero miré y sólo vi al gato, o cuando creí escuchar aquellos extraños llantos infantiles tras la puerta del cuarto clausurado... En ocasiones, después de merendar me quedaba dormido sin darme cuenta, y al despertar, muy cansado, ella estaba siempre muy cerca, como respirándome... Fueron los mejores momentos de mi adolescencia.

Albert Rossell
Negativo

Esta mujer sudorosa, bigotuda, taladrándome. Y la pareja del rincón, tan acaramelados... ¡Estamos en una sala de espera, por Dios! ¡Somos enfermos!... No puedo pensar, ni leer. Mi estómago se hincha, quiere reventar. Y el médico lleva horas con ese estúpido que entró sonriendo como si fuera lo mismo estar vivo que muerto. Me siento morir... ¡Por fin! Todo mi cuerpo palpita mientras el médico examina los resultados del análisis. Todo negativo, no tiene usted nada, dice. De repente una libertad inconcebible, no peso, no siento, y casi no soy. Pero entonces, inexplicablemente, rompo a llorar. Como un recién nacido.

Albert Rossell
Nostalgia

Fue inútil. Con el mismo encono de siempre, seguía investigando en casa de los sospechosos, enfrentándose a los maleantes, huyendo a pie, en tren o en avión, explorando ruinas de castillos en islas tenebrosas, y aventurándose en mares y desiertos inhóspitos de países exóticos e improbables. Todavía escapaba victorioso cuando se encontraba acorralado o prisionero, auxiliado por la bravura de su pequeño foxterrier blanco, o por la aparición providencial de la policía, o del Capitán. Pero todo fue inútil. Yo había crecido demasiado, era otro. Y Tintín se entristeció porque mi entusiasmo de antaño ahora era, tan sólo, mera nostalgia.

Albert Rossell
Recuerdos de otro mundo

Terminé de leer “El Señor de los Anillos”. Cerré la tapa del último tomo como si cerrase una ventana al complejo mundo de Tolkien, a su increíble y desmesurado catálogo de personajes. Frodo, Gandalf, Aragorn, Saruman y tantos otros, y también sus montañas altivas, sus ríos mágicos y sus bosques vivos, han quedado encerrados del otro lado. Podré volver, reabrirlo, releerlo. Y quizás volveré a gozar. Pero será como si recordase mis propias vivencias de unos personajes entrañables que ya no están conmigo, como si fuese un anciano y tan sólo me quedasen las fotografías amarillas de mis viejos amigos.

Albert Rossell

25.5.02

Sin ofender a nadie

No, lo digo en serio, no quiero ofender a nadie, pero, ¿qué haceis leyendo este plamfeto de escasa literatura barata en medio de vuestras horas de trabajo? No, si no sois tontos, no: teneis esta lectura pagada, es más, también os voy a pagar la siguiente y la otra y... Cada relato que leeis equivale a un euro, cada palabra, a un céntimo, y eso sin contar los títulos, ¿eh? ¿Os creeis que así puede ir bien la empresa? ¿Y el 20, qué? ¿Huelga? Sin ofender a nadie, ¿qué coño os habeis creído? !A trabajar panda de gandules! El jefe.

Isaac Guilà
El hombre que no sabía nada

El hombre que no sabía nada saludó a la multitud con la alegría lógica de ser él el elegido y no cualquiera de los que ahora le saludaban con la mano abierta salpicando envidia insana. Lentamente, el hombre que no sabía nada subía de espaldas a la nave. Era el primer ser humano de toda la historia que había sido invitado para ser estudiado por los extraterrestres. Todo un orgullo que el mundo le había brindado. Lo que no sabía el hombre que no sabía nada ni los que le salpicaban envidia insana es que lo habían elegido al azar.

Isaac Guilà

21.5.02

Bajo la lluvia

Aunque llevaba paraguas no quería caminar bajo la lluvia. Siempre he sido una mujer bastante impaciente, pero ese día, sin embargo, esperé. Me estaba encendiendo un cigarrillo cuando un Bugatti Atalante del 39 paró justo en frente de mi. Solos el coche y yo en una calle vacía. Se abrió la puerta, me acerqué y sin ninguna razón me subí en él. Llevábamos minutos caminando cuando me fijé en el conductor. Era extraño pero hasta entonces no lo había hecho. Era un hombre con un rostro muy agradable, un rostro tan familiar. Ese hombre tenía mi cara y me sonreía.

Eli H.G

19.5.02

Esta tarde, después de salir de trabajar, he ido de compras. En realidad no iba con ninguna idea en la cabeza, simplemente me he dejado llevar. Pero fue al cruzar el parque que hay detrás de la antigua muralla, cuando le he visto. Era moreno, tenía los ojos verdes y una mirada que traspasaba el tiempo. Me he quedado quieta, conteniendo la respiración, observando su cuerpo, el movimiento leve de sus manos. Aunque sin duda, lo que más me llamó la atención fue el hecho de fuera desnudo, y que por detrás de sus brazos, asomaran tímidas dos alas blancas.

Carola

18.5.02

Simetría vital

Llegaba al final del viaje. Algo arañaba mi piel azulada y nueva. Veía claridad al fondo. Deseaba llegar. Había exceso de luz, ruido y frío. Cubrieron mi cuerpecito húmedo haciéndome daño con su tacto. Lloré por primera vez. Estaba asustado. Deseaba retroceder. Imposible. Estaba en el lado frío: Había nacido.

Llegaba al final del viaje. Algo araña mi piel azulada y vieja. No veo claridad al fondo. No deseo llegar. Presiento oscuridad, silencio y frío. Cubren mi cuerpo febril haciéndome daño con sus tristes miradas. Lloro por última vez. Estoy asustado. Deseo retroceder. Imposible. Regreso al lado frío: Estoy muriendo.

gelines.

15.5.02

Una noche cualquiera

Sola con las imágenes parpadeantes de la televisión. Quería apagarla pero temía el recorrido a oscura que tenía que hacer de vuelta hasta la cama. ¿Cuánto tardaría?, apenas unos segundos y estaría acurrucada entre las mantas. Cinco de la madrugada y yo de pie, justo delante del televisor, calculando la distancia hasta la cama. Reuní el valor y apagué. No sé cuanto tarde pero mi cuerpo se articulaba torpemente manipulado por el miedo. Tocaba y sentía objetos irreconocibles, solo buscaba el tacto de las sábanas. Lo conseguí, acurrucada y a salvo. Pero las imágenes parpadeantes seguían. La televisión estaba encendida.

Eli H.G
Carácter invernal

Nací en invierno. Eso influyó en mi carácter triste, o eso cree todo el mundo pero yo no me considero triste, simplemente prefiero el frío al calor, las nubes al sol, el gris al amarillo el silencio al bullicio.
Casi todo lo supuestamente alegre me da pereza.
Mi escaparate parece triste pero soy feliz en la trastienda, como una vieja librería con la vitrina empolvada y maravillosos legajos en las estanterías.
Presiento que mucha gente que conozco le ocurre lo contrario, solo es feliz por fuera. Protejo mi felicidad con una capa de tristeza, otros pintan su tristeza de colores.

Laly

14.5.02

Cállate

Cállate, deja de hablarme, de buscarme, de estar ahí cada vez que me despierto, deja de perseguir mi sombra de mujer por las calles en ruinas de esta ciudad que se muere bajo lápidas de guerra. Corro entre matorrales calcinados, sepultados bajo escombros de miedo. Veo las lágrimas invisibles confundidas con gotas de sangre, y en cada esquina que cruzo, por cada bosque que susurra mi nombre cubriéndolo de risas entrecortadas, estás tú, siempre tú, mi pesadilla real, el sonido afilado de la bala furtiva que acarició mi sien y que cada segundo vuelve a recordarme que no soy nada.

Carola

11.5.02

Cubículo

En el cerebro, en la mente hay una parte oscura y silenciosa. Un cubículo cerrado herméticamente. Dentro hay alguien que no sabe como ha entrado pero que siempre esta allí. La conciencia de su existencia es negada por nosotros y gritada por él. Habla de nuestros ascos, de los odios mudos que jamás confesaremos. Carece de moral y de prejuicios, es libre pero está encerrado. Siempre en el cubículo y nunca desaparece; jamás se cansa. Grita, se asfixia e impotente nos enseña como somos por si alguna vez estamos dispuestos a serlo. Mientras tanto el conflicto interno permanece en silencio.

Eli H.G
Clonación

Se cree espiado. Lo sabemos. Nos interesa que piense que le envenenamos, realmente le estamos adiestrando la mente. Es víctima de la primera clonación cerebral. Nuestros colaboradores tienen orden de interpretar sus actos al revés. Su mujer nos informa de sus desenfados, los hijos le besan aspirando el aire y absorben sus re-sentimientos, hemos enviado al equipo: Carola, Eli, Alba, Gelines, Isaac y Albert para que sonsaquen sus verdaderas obsesiones. Nos envían mensajes que contienen 100 miedos cifrados. Cada duda es reproducida. Algún día será suplantado y ninguno de nuestros colaboradores lo sabrá. Entonces él les observará desde nuestro laboratorio...

Gelines

9.5.02

Mi Confirmación

Vi a los hombres fe arrodillados ante un altar vacío. El hombre del alzacuellos se reía de los rezos de los feligreses. Los creyentes de rodillas y a ambos lados los santos de espalda miraban para otro lugar con la vista perdida. Estaban aburridos de oír siempre lo mismo. La señora del manto se peinaba la melena muy despacio, como ausente. El hombre que estaba en la cruz se bajo y se puso a escribir cosas ininteligibles en un libro rojo. Nadie miraba a nadie todos parecían ocupados haciendo algo. Sentí tanta apatía que hasta se me cayo la fe.

Eli H.G

8.5.02

La rubia del bar

Una mañana normal y corriente, me levanté, me vestí y me dirigí a la calle. No sabía donde ir, ya que solo llevaba un día en esa ciudad, pero yo tengo, por norma, ir a pasear siempre mañana y tarde. Miré por todos lados y eché a andar. Entonces ví, al final de la calle, un café en una esquina. De repente me acorde que aún no había almorzado. Cómo no sabía donde ir y como tenía hambre decidí ir a ese café. Me senté y... la ví. Esa rúbia burbujeante,tan bonita y rica. Allí estaba mi cerveza Damm Bier.

Alba Cebrián

7.5.02

Salir

He estado buscando un lugar para ir de vacaciones la semana que viene, en realidad, tampoco se le pueden llamar vacaciones ya que en el momento en el que no vaya a trabajar me dirán que estoy despedida. Pero ya no puedo más, me tenías que ver cada vez que escucho el sonido de un avión, siempre deseo estar allí arriba, yendo hacia ese lugar olvidado en el que nadie me conoce y donde podría volver a empezar. Sin embargo, el lunes sonará el despertador, iré a la empresa y pondré esa sonrisa de cristal que me hiela por dentro.

Carola
Ojo-Vientre

Ibamos a ser gemelas, finalmente solo nací yo. Fui una niña introvertida que
ansiaba acaparar la atención de una madre tierna y ausente. Entraba en mi
cuarto mientras jugaba, sentada en la cama, me observaba y entonces su
mirada parecía distinta, alegre y lejana. La hablaba pero no me oía por lo
que me acercaba mucho a ella,la miraba los ojos muy cerca y al fondo veía
dos niñas felices jugando. Mamá sonreía. Yo también.Tardé en comprender que
como ya no podía ofrecernos su vientre nos ofrecía el fondo de sus ojos,de
sus sueños para que nos reencontráramos... Las tres.

Gelines

3.5.02

Mensaje cifrado

Sábado. Bajo al kiosko, cojo el periódico y subo. Empiezo la búsqueda por el final. Mis ojos saltan del chiste al sorteo de turno, de la nube vuelo al crucigrama, nado por la sopa de letras. No te veo. Sigo el viaje, aparco en las nalgas de una mulata hasta que veo una frase:

- Tengo espejos pequeños rodeándome en cada sala.

Solo eso. Sin teléfono ni dirección. Eres tú. Cerré el periódico. Aún me quedaba café cuando ya había digerido la frase. Separé la primera sílaba a cada palabra y mutiladas tomaron sentido:Te es-pe-ro en ca-sa. Mensaje recibido.

Gelines.
Una mañana diferente

Es domingo y no tengo que madrugar para ir a trabajar, así que decido quedarme en la cama hasta que los primeros rayos de luz acaricien mi almohada. Enciendo la luz y miro la hora en el despertador, casi las diez de la mañana, debe estar estropeado, el cielo está encerrado aún en la noche. Me levanto y busco mi reloj de pulsera, me devuelve que en tres minutos serán las diez. Enciendo la radio, tres minutos de música comercial y las señales horarias de las diez. Abro la ventana, y busco el sol. Millones de personas, también lo buscan.

Carola
Escozor

No acabo de resignarme a la imposibilidad de revivir aquellos días luminosos, cuando todo yo era una actividad constante, desenfrenada, inocente. Por eso a veces tropiezo a propósito y procuro caerme como si fuera de verdad, o me golpeo intencionadamente contra el canto de la mesa, o el de la puerta, o trato de pillarme los dedos al cerrar un cajón, aunque nunca me hago tanto daño como entonces. En ocasiones, vierto agua por el suelo y paso corriendo a toda prisa, para ver si resbalo y consigo alguno de aquellos moratones que me acompañaban siempre, quizás incluso alguna herida. Pero lo mejor, sin duda, es el tacto del algodón, y el olor a alcohol y a mercromina. Casi puedo sentir el aire que mi padre soplaba sobre mi piel para que no me escociera.

Albert Rossell

1.5.02

Cuando desaparece el tiempo

La sequedad del aire que se introduce en tu interior, tu corazón latiendo demasiado rápido, los ojos entreabiertos, los sentidos alerta, las manos temblorosas, la sensación de que el último segundo de tus días se parecerá a este momento te provocan una terrible desazón. Mírate, eres joven, dicen de ti que nada te falta, y aquí estás de nuevo, murmurando una salida de esperanza que te saque del fango cotidiano. Hace calor, el sol está atravesando los cristales, decides bajar la ventanilla del coche para oler la atmósfera cargada de olores nauseabundos del interminable atasco que te atrapa cada mañana.

Carola