31.10.03

Telebasura

Los intelectuales no paraban de pregonar que la televisión era un medio
pobre, contaminado, sin ninguna pretensión educativa. Pero a él le
entretenían las voces que reían o discutían en su caja tonta. Se quedaba
hipnotizado mirando las psicodélicas imágenes, sin importarle ser un
consumidor más de lo que llamaban 'telebasura'.
Un día llamó el vecino para pedir un poco de sal. Mientras esperaba, asomó
la cabeza por la puerta y se asombró.
- ¿Tiene problemas con su televisor?
- ¿Por qué lo dice?
- No está bien sintonizado. Debería llamar al técnico.
Y él que pensaba que por eso la llamaban basura...

Elena García

28.10.03

Los buenos y los malos

Le gusta leer, sobre todo a los grandes pensadores, y encuentra patético que otros analfabetos prefieran el fútbol. Le interesan las culturas amerindias, africanas, asiáticas, y despotrica de los cerriles occidentales que sólo se miran el ombligo. Aboga por lo ecológico, lo natural, lo auténtico, y odia a los que bailan con música enlatada y comen en los burgers. Trabaja como animador de fiestas infantiles. Se granjea enseguida las simpatías de los niños. Los divide en dos grupos: los animadores del equipo azul y los animadores del equipo naranja. Al poco, se oyen los gritos entreverados: ¡a-zu-ul!, ¡a-zu-ul!, ¡na-ran-ja!, ¡na-ran-ja!

Albert Rossell
Badalona, mon amour

Hace muchos años, mi amigo Miguel, inteligente y meticuloso, tenía una inexplicable predilección por Badalona. De nada le servía preparar concienzudamente el itinerario. Fuésemos adonde fuésemos, terminábamos siempre en Badalona. Aunque nos dirigiéramos al otro extremo del mundo, él se las apañaba para encadenar una sucesión de errores, al salir de la autopista, al tomar una bifurcación, que le llevaban a dicha población costera. No tengo noticia de nadie con una patología geográfica similar. ¿Una fijación traumática? ¿Un comportamiento instintivo como el de las ballenas?...

Me apetecería volver a ver a Miguel... Un día de éstos me acercaré hasta Badalona.

Albert Rossell

27.10.03

Coletazos de lluvia

Me fastidian esas gotas de agua gordas, densas, que se acumulan en las hojas y en los toldos cuando la lluvia cesa. Vas andando tranquilamente y de repente estalla en tu cabeza o en tu mejilla una de esas pequeñas bombas líquidas. En el instituto, algunos guarros tenían por costumbre lanzar escupitajos –lapos, los llamábamos– sobre las cabezotas de los pringaos que pasaban por debajo. Los más hábiles los hacían muy verdes. Cuando me moja una de esas gotas, me limpio enseguida con el pañuelo, frotando con fruición, y después lo tiro directamente a la papelera. Jamás miro hacia arriba.

Albert Rossell
Ingrávido

Desde el banco en el parque la veo en el recuadro de la ventana peinándose el cabello. Sé que en ese edificio es imposible que viva alguien porque está clausurado desde el 1978. Puedo ceder a la locura de pensar que es real o puedo apartar la vista, esperar un rato, y mirar de nuevo. Pero no me atrevo a hacer nada, ni apartar los ojos o creer lo que veo. No vine al parque a tomar decisiones tan abstractas. Confío en que todo pasará. Por ejemplo, esta mañana alguien me vació una pistola encima y heme aquí sentado tranquilo.

J. A. Morales

21.10.03

Diente por diente

Se inventó un novio para librarse de las románticas insinuaciones de su odontólogo. Pero éste era verdaderamente tenaz visita tras visita: con la funda tras la caries, el puente, y las sucesivas revisiones anuales, ella tuvo que confirmar el noviazgo, urdir la boda, y dar a luz algunos bebés ficticios innegablemente sanos y hermosos.

Tiempo después, la fotografía de una mujer en la pared del consultorio atravesó su orgullo como una flecha helada: sus hijos se emanciparon en un visto y no visto, y el divorcio fue cosa de pocas semanas. Pero para entonces al dentista ya le daba igual.

Albert Rossell

16.10.03

Los golpes de la vida

Aquel maníaco lo cambió todo. Yo, tras conocer a mi mujer, había ido aprendiendo poco a poco a protegerme –primero con disimulo, más tarde con olvido– de mí mismo. Ella fue el puente de plata que me tendió el mundo y por ese puente huí de mis inclinaciones, de mis sentimientos. El loco que le disparó en el parque me liberó de mi propia, amnésica, autocontención. Junto al horror y la desesperación, me devolvió el deseo ineludible de ser yo, de nuevo joven. Fue por eso, y no por venganza, que lo ejecuté. Y por eso ahora apunto al presidente...

Albert Rossell

13.10.03

Pesadilla

04:05:03. De golpe, despierta. Una extraña convulsión le sobresalta. Atónito, sin saber qué inesperado acontecimiento le arranca del más silencioso de los sueños, se precipita en la oscuridad de la habitación dispersándose en mil nadas intangibles.
Tembloroso, se acurruca en un rincón y extiende sus bracitos etéreos en un gesto desesperado de incompresión y angustia. Click. Se enciende una luz. Sobre la cama distingue un cuerpo, desde el cuerpo una mano que toma con dedos temblorosos un vaso de agua. La pesadilla empieza ahora..... desde su rincón, sintiéndose miserable, acaba de comprender, el grito, lo efímero de su existencia. 04:05:08

Xiria
Desconcierto cotidiano

Hoy amanecí como de costumbre, pero extrañamente no había nadie en casa. Tampoco me cogieron el teléfono. Sorprendido llamé a Patricia y me respondió alguien que decía haberme equivocado. Igual me sucedió con todos los números de mi agenda. Tras coger el coche comprobé que en mi empresa la gente no era la misma, ni los vecinos, ni los dependientes, nadie era nadie y todos miraban raro mi cara rara. Después de volver y dedicarle dos gritos al espejo con rostro desencajado, he decidido regresar a la cama. Posiblemente la próxima vez salga del sueño y despierte en mi pesadilla.

Vortex