20.12.03

Causas perdidas

Ha despertado sudoroso, angustiado tras un vívido sueño. El aciago cura que torturó su infancia volvía a llamar a sus padres, le recriminaba duramente ante ellos su absoluta falta de fe y su incapacidad de adaptación a las normas socioreligiosas más elementales. Después, hacia mediodía, el director del periódico le ha recordado la ideología progresista del mismo, y le ha reprochado esa obsesión por defender en su columna a estudiantes agitadores, fanáticos provocadores que osan exhibir cruces o medialunas en las camisetas: es necesario resguardar la religión de la vida pública -ha dictaminado- para preservar la libertad de la ciudadanía.

Albert Rossell

19.12.03

Dopaje

Di positivo por nandrolona en la revisión médica laboral. Los de Marketing, envidiosos de mi reciente ascenso a subdirector técnico, exigieron inhabilitarme por dos años, por incremento desleal del rendimiento. Mi abogado recurrió alegando que mi cuerpo generaba naturalmente la nandrolona, debido al estrés provocado precisamente por mi relación con los de Marketing. Mientras, el director dio otra vez positivo por marihuana; quizá le inhabiliten a perpetuidad, por ejemplo nocivo para los empleados, aunque se ha acogido a un programa de reinserción mediante heroína administrada legalmente. Total, que aún no sé si cumpliré mi sanción o si primero seré director.

Albert Rossell

16.12.03

Las fotos

Buscó cigarrillos en su bolso y no los encontró. Salió a comprarlos, así que pude realizar una nueva inspección en su departamento. Buscaba algo personal: una carta de amor, fotografías, un diario intimo. No encontré nada. Me latían las sienes. Volvió. Decidí una vez más preguntar por sus recuerdos, “Amor, háblame de tus antiguos amores...” y la mismas patrañas, la falsa soledad de su pasado. Basta ya!! Le arranqué las botas y las golpeé salvajemente contra el suelo, sin sentido. Como pétalos, decenas de fotos afloraron de su escondite. En todas ellas ella misma, y en todas un hombre distinto.

Iván Tarazona
Curado

- Señor Clark, lleva usted menos de un año en nuestra clínica psiquiátrica, y he notado con satisfacción sus progresos. Sus exámenes prueban fehacientemente que ha superado sus crisis de identidad. Le informo que ya he aprobado su solicitud, será dado de alta próximamente. Pero, ¿Qué piensa hacer cuando salga?
- Como sabe, soy ingeniero, así que continuaré mi carrera. Tengo pensado estudiar historia del arte en la universidad. Además, continuaré escribiendo la novela que empecé aquí en el manicomio. Le aseguro que será un best seller.
- Lo felicito. ¿Y qué hará en sus ratos libres?
- Ah!!! , seguiré siendo una cafetera.

Iván Tarazona
El espía incompleto

Para Romeo, espiarla a distancia se había convertido en una obsesión. Vivía en un edificio del frente, al que tenía acceso gracias a un poderoso telescopio. Manipulaba sus lentes hasta obtener el acercamiento mayor, la imagen más nítida. Siempre la veía, al despertar por las mañanas, y muy tarde, cuando regresaba cansada de algún lugar. Y siempre sola, sola como él, hasta un día en que llegó acompañada de un hombre. Cerró las cortinas, acaso sospechando la mirada inoportuna de algún voyeur, y entonces Romeo cerró los ojos, la besó y la condujo al lecho, conocía de memoria el dormitorio.

Iván Tarazona
Ícaro en la luz

Creyó que había descendido a Hades, pero no fue así, sino al semáforo de la intersección al centro comercial. El sol era diferente, sin matices, implacable, y por el olor agrio de sus axilas supo que estaba en las zonas tórridas del trópico. Por instinto trató de aletear para medir su extensión y el flujo de los vientos. Sus ojos buscaban el promontorio más propicio cuando una voz a sus espaldas le gritó que se dejara ya de tantas mariconadas y que se pusiera a vender, a la vez que dejaba caer a sus pies una caja de agua embotellada.

j. a. morales

10.12.03

Tanto loco que anda suelto

Salí del metro. Yendo hacia el otro extremo del andén vi que desde otro vagón salía corriendo un hombre, tiraba algo que no distinguí bien en una papelera, y volvía al vagón a toda prisa. ¡Cuánta urgencia!... El objeto parecía pequeño, ¿por qué no se lo había guardado en el bolsillo hasta el final del trayecto? Se me ocurrió repentinamente: ¿y si era una bomba? Justo entonces, algo se movió en la papelera. Me eché al suelo sin pensármelo y protegí mi cabeza con las manos... Pero no sucedió nada, salvo que muchos se me quedaron mirando. Hay tantos locos...

Albert Rossell

8.12.03

El que muere por la daga

Era una vellonera moderna con plasma de colores pulsando al tema tocado. La observaba como espía a través del espejo detrás del mostrador. En una barra del 1 al 10, su hígado cirrótico timbraba por el 9.7. Su nostalgia pululaba por el mismo vecindario. Esperaba que las crecientes sombras de la noche le tiraran su migaja de esperanza. Escuchaba a Lucho Gatica cuando sintió la primera punzada en el costado. Con la discreción de las entregas suicidas de buen bohemio, caminó al baño y se dejó deslizar sobre el inodoro, dejando que las patadas en la puerta marcaran su deceso.

j. a. morales
Rey de picas

Salía a trabajar. Como siempre, ahí enfrente estaban las preciosas casitas tan características de este barrio, cada una caprichosamente pintada de un color diferente. Pero hoy, además, había también unos enormes naipes de póker, rojos o negros, que parecían extravagantes rótulos publicitarios. Había uno en cada casita, insertado en vertical entre los cilindros unidos de la doble salida de la chimenea. Se veían desalineados, como añadidos con desatino por un niño. Un tejado permanecía todavía vacío cuando, atravesando las nubes, ha aparecido de repente una gigantesca mano regordeta y ha encajado con torpeza, entre ambos cilindros, un rey de picas.

Albert Rossell
Caminos sombríos

A mi hijo le cuesta dormirse, suele irrumpir en mi cama y pegarse a mí. El olor de su cabecita y el tacto de sus cabellos me recuerdan los patitos que me compraban cada verano, la felicidad de jugar con ellos, abrazarlos, acariciar con los dedos su flojel sedoso. A primeros de septiembre siempre acababan desapareciendo, y yo eludía investigar la procedencia de aquel segundo plato... También ahora evito explorar los caminos demasiado sombríos de mi pensamiento, los futuros que duelen antes de ser. Me limito a disfrutar del olor a pequeño de mi hijo y de sus sedosos cabellos.

Albert Rossell

4.12.03

Él y ella

Visitaban el mirador de una cala, y para no aburrirse discutían. Ninguno cedería un ápice en su postura, así que la cosa prometía ser divertida. Él se daba golpes en el pecho, ella se tiraba del pelo y lloraba, pero ninguno se dejaba afectar lo más mínimo. Él, en un momento de histrionismo, le dijo que por ella se mataría allí mismo; ella le dijo con mofa que no era lo suficientemente hombre. Él se sentó en la barandilla del mirador, saltó y se reventó contra las piedras. Ella vaciló. Finalmente decidió saltar y darse muerte: no quería ser menos.

Raúl Q.
30 DE NOVIEMBRE, 00:25

Cuando se aproximaba el primer aniversario de su muerte, en septiembre, dejé de escribirle. Durante meses había enviado mensajes a su dirección, aun sabiendo que ya no podría recibirlos. Lo hacía solo con esas bromas que llegan en archivo adjunto, y que uno decide reenviar a unos cuantos amigos. Seguí incluyendo su nombre como si nada hubiera cambiado. Hasta hace muy poco. Nunca supe por qué lo hacía, ni conozco las razones por las que decidí abandonar esa costumbre. El caso es que hoy, entre los mensajes nuevos, he descubierto uno procedente de su ordenador... Escribo esto antes de abrirlo.

Manuel González Seoane