23.12.02

Asesino a sueldo

Apreté su cuello y su mirada se quedo fija y cristalizada. No ofreció mucha lucha. Debo admitir que verle morir, no dejo de erizarme la piel. Cuando dejo de respirar, parecía tan desvalido.

Pobre infeliz. Ahora debía ser cuidadoso de no ensuciarme. Traje un cuchillo afilado para terminar mi labor. Y aunque al principio fue un poco difícil, se que si yo no lo hubiera hecho, alguien hubiese estado obligado a hacerlo. No acostumbro a que nadie haga lo que yo debo hacer. No tenía alternativa. Ya había recibido el pago adelantado. Me consuela creer que ese pato estará delicioso.

Rossana Gutiérrez

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