12.12.02

Antes de la nube

El maestro solía llevarnos a todos al lavabo hacia las once. Un día, mientras trataba de ignorar el olor intenso del desinfectante, vi a ese niño. El sol le daba de lleno. Contemplé un instante su gordura que deformaba las rayas azules del uniforme, su sonrisa bonachona exagerada, el fresón protuberante de la nariz y el barullo rizado del pelo. Le saludé con la mano y me devolvió el gesto. Entonces debió pasar una nube, porque de repente ya casi no distinguía nada en el espejo, demasiado oscuro. Me quedé muy extrañado de que aquel chaval tan raro fuera yo.

Albert Rossell

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