12.11.02

Desperfectos y roturas

Gabriela estaba muy harta. Encerrada en su habitación incubaba el odio contra el mundo. Desde su ventana, la profundidad del hueco del ascensor la atraía. Saltó. Pero calculó mal, y en lugar de descender verticalmente pronto chocó contra la malla de alambre, y comenzó a rebotar con estrépito en todas direcciones contra la red metálica, cada vez más dañada, mientras caía sin saber aún que sus amables vecinos decidirían sufragar los desperfectos, y también los gastos médicos del milagro de la única fractura de su brazo, como detalle solidario para con el vecino del ático primera, su desesperado padre.

Albert Rossell

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