8.10.02

Nieblas magnéticas

El teléfono sonó con un matiz lejano -aunque Susana no lo advirtió- porque Fernando, irreductible hasta más allá de la muerte, la llamaba desde el Cielo desoyendo las recomendaciones de los ángeles, según los cuales la comunicación era imposible. Debió escucharlos.

Susana, cabal incluso en el ahogo de la desesperación, ni siquiera consideró que aquella voz pudiera ser la de su hombre. Cuando éste la deslizó por el hilo desde el otro mundo, nieblas magnéticas alteraron su timbre ligeramente, lo suficiente para que emulara demasiado bien la de su hermano Andrés, siempre enamorado, cuya macabro, enfermizo mensaje Susana jamás perdonó.

Albert Rossell

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