31.10.02

Escondite

Lo tenía bien planeado, porque en la arboleda donde solíamos jugar al escondite yo había descubierto un alcornoque hueco, con una grieta generosa en su corteza que permitía penetrar y permanecer aislado en el interior, una caverna vegetal suficientemente amplia y al tiempo lo bastante estrecha, así que convencí a la Luci, la llevé de la mano, la empujé suavemente y cruzó la grieta, pero entonces, cuando anticipaba ya el placer de sus pechos incipientes apretujados contra mí en ese mundo escaso, me detuvo un vértigo desconocido, profundo, y mientras intentaba sobreponerme escuché la vocecita fatídica: ¡Un, dos, tres, Álvaro!

Albert Rossell

No hay comentarios: