8.10.02

E pui si muove

Estoy convencido: mi mujer tiene un teléfono móvil. Quiero decir que se mueve. Por su propia voluntad. Al principio, cuando no había manera de encontrarlo y finalmente aparecía en lugares impensables, en la nevera, en la secadora, en un zapato viejo o en el cajón de los calzoncillos, pensaba inmediatamente en los niños, en mi suegra, incluso en las canguros. Pero no, tiene que ser el propio aparato el que se esconde. Hiberna, seguro. Sólo así se explica que cuando marco su número para localizarlo de una puñetera vez, siempre me atiende el contestador, y al hallarlo no queda batería.

Albert Rossell

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