Ícaro en la luz
Creyó que había descendido a Hades, pero no fue así, sino al semáforo de la intersección al centro comercial. El sol era diferente, sin matices, implacable, y por el olor agrio de sus axilas supo que estaba en las zonas tórridas del trópico. Por instinto trató de aletear para medir su extensión y el flujo de los vientos. Sus ojos buscaban el promontorio más propicio cuando una voz a sus espaldas le gritó que se dejara ya de tantas mariconadas y que se pusiera a vender, a la vez que dejaba caer a sus pies una caja de agua embotellada.
j. a. morales
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