8.12.03

Caminos sombríos

A mi hijo le cuesta dormirse, suele irrumpir en mi cama y pegarse a mí. El olor de su cabecita y el tacto de sus cabellos me recuerdan los patitos que me compraban cada verano, la felicidad de jugar con ellos, abrazarlos, acariciar con los dedos su flojel sedoso. A primeros de septiembre siempre acababan desapareciendo, y yo eludía investigar la procedencia de aquel segundo plato... También ahora evito explorar los caminos demasiado sombríos de mi pensamiento, los futuros que duelen antes de ser. Me limito a disfrutar del olor a pequeño de mi hijo y de sus sedosos cabellos.

Albert Rossell

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