22.11.03

Picadura

La había picado. Justine pudo verla, alejándose bajo la espesura. Era una serpiente coral venenosa, fácilmente distinguible por sus anillos rojos, negros y amarillos. Tendría, entonces, que beber uno de los diez antídotos que traía en la mochila. Pero, ¡Oh, no! el primer síntoma se le presentó de inmediato y cayó en las brumas de la ceguera. Tenía diez frasquitos en las manos, pero ignoraba cual de ellos sería el correcto. Decidió unirlos en un recipiente y se tragó la mezcla. El efecto fue fulminante: Justine se desplomó sobre la hierba. No tardaron en acudir las hienas y los buitres.

Iván Tarazona

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