Babel
¿Éstos de qué van? ¡Se creen dignos de estar a mi altura!, exclamó enfurecido ante la inmensa torre. Aunque sólo construían un refugio, escarmentados tras el último diluvio, durante cuatro días les envió infructuosamente plagas de insectos y reptiles. El quinto otorgó a cada uno una lengua diferente, mas ellos se esforzaron en convivir aprendiendo las de los demás, y la torre seguía creciendo. El sexto, entonces, les proporcionó un profuso ramillete de otras divinidades, bajo distintos nombres como Dios, Alá, Yavé o Lucifer, pero también Estado, y Lengua, y Patria. De este modo, por fin, el séptimo día descansó.
Albert Rossell
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