26.8.02

Luces allá arriba

No recuerda que estuvieran antes. Desde que llegaron ellos, con su ruido atronador y sus apariciones súbitas, impredecibles, algo muy profundo cambió en su vida. Con toda certeza es por su culpa que lo tienen retenido en este extraño lugar, que su lengua se ha vuelto rebelde y no quiere formular las preguntas que él piensa. Pero le cautivan sus lucecitas titilantes, y los surcos que agrietan el aire.

Una trabajadora social, de uniforme blanco, lo saca de la terraza y empuja la silla de ruedas hacia la sala de estar. “¿Qué tal, don Alberto? ¿Cuántos aviones han pasado hoy?”

Albert Rossell

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