21.3.02

Pensamiento único

El espectáculo era atroz, señor juez, el rojo de las llamas envolvía las dos plantas, la casa entera, el humo se elevaba en una columna increíble que se confundía con las nubes y a través de algunas ventanas vimos negras figuras contorsionándose, tratando inútilmente de escapar. Los vaivenes del fuego resultaban fascinantes, hipnóticos. Estaba seguro de que los diligentes bomberos del pueblo no tardarían en llegar, aunque yo no los había llamado porque en nuestra urbanización pasamos de las cien personas y seguro que alguien ya lo había hecho. ¡Cómo iba a saber que estábamos todos allí, pensando lo mismo!

Alebrt Rossell

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