26.12.01

Vamos allá...

Como cada día, la sangre le hervía al llegar a esos minutos interminables antes de la salida del trabajo. Ellos constituían la última barrera que lo separaba de su bienamada. Salida, apretones, autobuses, gente por doquier, ajena a su gran amor. Y sin embargo, al llegar a casa, ella siempre lo espera, como cada día, fiel y siempre dispuesta a dispensar placer sin exigir nada a cambio... y como cada día, al llegar la noche, un abrazo final termina con su sufrimiento, y todo mal llega a su fin con el humo embriagador de su amada corriendo por su garganta...

Autosia

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