29.10.04

El Viajero

El sol se ocultó tras la pequeña colina. Estaba sólo, frente a un gran océano de arena, con una bolsa de cuero como único equipaje. Detrás de él la pendiente serpenteaba hasta la entrada del pueblo. Las sombras de diminutos cuerpos cruzaban al final del repecho junto a la plaza porticada, testigo mudo de transformaciones seculares.

Se encaminó hacia un pequeño banco de piedra. Encendió un cigarrillo, poniendo una pierna sobre la otra fijando su mirada en un punto perdido del horizonte. Recordó Marrakech, el té de media tarde, con su sabor azucarado. La idea del regreso perforó su pensamiento.

Vicente Castrillo

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