16.4.04

Bautismos

Al principio fue "la casualidad". O así bautizó a aquel encuentro. Por esa manía occidental de no creer en las señales. De no querer creer. En cualquier caso, siempre quedaban las horas diurnas en las que las labores cotidianas teñían de irrealidad lo sucedido. Ante cualquier intromisión, bastaba sacudir la cabeza o salir a comprar tabaco. Pero la noche siempre llegaba. Y con ella," el pliegue". Porque así fue como llamó a la necesidad irremediable de buscarle cada vez. Aquella identidad castradora (fam. "complicidad") fue minando los encuentros. Criba final...

Hoy ha bautizado como "libertad" a las fauces del abismo.

Lucía

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