17.4.02

Desde que la vio, sentado en el asiento de cada día, dos más atrás del conductor de la línea quince, se hizo el propósito de decirle que la amaba. Desde aquella mañana pasaron semanas y se repitieron intentos. En ocasiones las palabras se quedaron enganchadas a los labios, otras veces su sonido fue tan leve que murió en el murmullo de las noticias de las siete treinta. El día que hacía cien desde el primero se fijó un límite, una cuenta atrás. Y comenzó: Uno, dos, tres…pero ella ya no subió porque se había prometido concederle noventa y nueve oportunidades.

Txema Rodríguez

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