8.2.02

Ojos prisioneros

Inmóviles en la desolación del barro. Todos. Como las figurillas de un pesebre destruido por la locura y las lágrimas de su autor. Algunos han quedado aislados del resto, mas otros aún podrían verse, mirarse con sus ojos prisioneros del mismo, del único instante, si algo fuera todavía posible. Pero no hay nada que puedan hacer, porque la lluvia llegó de improviso y arrasó el poblado sin piedad, arrastró a algunos de ellos, y las casas, los huertos, los árboles y las reses, incluso sus anhelos más íntimos, su misma desesperación, todo. Y al final, también se llevó el tiempo.

Albert Rossell

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