16.10.03

Los golpes de la vida

Aquel maníaco lo cambió todo. Yo, tras conocer a mi mujer, había ido aprendiendo poco a poco a protegerme –primero con disimulo, más tarde con olvido– de mí mismo. Ella fue el puente de plata que me tendió el mundo y por ese puente huí de mis inclinaciones, de mis sentimientos. El loco que le disparó en el parque me liberó de mi propia, amnésica, autocontención. Junto al horror y la desesperación, me devolvió el deseo ineludible de ser yo, de nuevo joven. Fue por eso, y no por venganza, que lo ejecuté. Y por eso ahora apunto al presidente...

Albert Rossell

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