Diente por diente
Se inventó un novio para librarse de las románticas insinuaciones de su odontólogo. Pero éste era verdaderamente tenaz visita tras visita: con la funda tras la caries, el puente, y las sucesivas revisiones anuales, ella tuvo que confirmar el noviazgo, urdir la boda, y dar a luz algunos bebés ficticios innegablemente sanos y hermosos.
Tiempo después, la fotografía de una mujer en la pared del consultorio atravesó su orgullo como una flecha helada: sus hijos se emanciparon en un visto y no visto, y el divorcio fue cosa de pocas semanas. Pero para entonces al dentista ya le daba igual.
Albert Rossell
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