27.10.03

Coletazos de lluvia

Me fastidian esas gotas de agua gordas, densas, que se acumulan en las hojas y en los toldos cuando la lluvia cesa. Vas andando tranquilamente y de repente estalla en tu cabeza o en tu mejilla una de esas pequeñas bombas líquidas. En el instituto, algunos guarros tenían por costumbre lanzar escupitajos –lapos, los llamábamos– sobre las cabezotas de los pringaos que pasaban por debajo. Los más hábiles los hacían muy verdes. Cuando me moja una de esas gotas, me limpio enseguida con el pañuelo, frotando con fruición, y después lo tiro directamente a la papelera. Jamás miro hacia arriba.

Albert Rossell

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