24.2.05

La vida cotidiana del estudiante

El enano ya estaba caminando hacia su muerte. Caminaba por el caminillo del bosque sabiendo que esos serían los últimos pasos que daría. El pobre enano, sabía que no podía hacer nada por evitarlo: era su destino. Nadie podía derrotar al enorme y malvado gigante. Llegó a los dos árboles que indicaban la entrada a la laguna. Cogió aire y recordó la última imagen que tenía de los suyos. Con la cabeza bien alta, Helena entró en la clase, con la excusa inventada ya, por no tener el trabajo hecho, y lista para que le cayera la bronca del profesor.

Alba Cebrián

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