18.2.04

Casa de empeños

Entró en la casa de empeños con la mirada baja, las llaves del auto en la mano y prisa por terminar el trámite lo más rápido posible. El empleado no se extrañó de verla de nuevo, porque ya había venido muchas veces, cientos quizás, pero nunca había recuperado nada de lo empeñado. Preguntó cuanto le darían por el riñón que llevaba en la nevera portátil. El empleado sacó un cuaderno de hojas gastadas, una calculadora y comprobó la mercancía. Tras una espera insoportable, ella respiró aliviada al conocer la cantidad: justo lo que necesitaba para rescatar a sus dos hijos.

Carles Blas

No hay comentarios: