6.8.03

Del amor al odio

Recuerdo aún el vuelco de mi corazón cuando escuchaba sus pasos. Su risa era una brisa de alegría que expandía mi espíritu. Me estremece recordar los despertares antes del alba con el aliento entrecortado, su rostro ocupando mi sueño, sus brazos estrechándome entre mis sabanas solitarias.

Vivía para encontrarlo, para verlo, para cruzar las miradas y sonreírnos.

No se cuando y como todo cambio.

Sigo reconociendo sus pasos, pero el temblor que me recorre me endurece los músculos y la boca. El insomnio de las madrugadas ahora es para devanar una madeja sin fin de venganzas que no logro tejer.

Antonia Calderón

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