28.10.01

Desde la cama, o más precisamente, desde la almohada, sólo veo una parte del armario y de las paredes, y la mesita de noche, con mi despertador en primer término. Es muy tarde, ya hace rato que debería estar en el trabajo, pero no puedo moverme. No tengo cuerpo. Ahora oigo que alguien viene corriendo y abre de un tirón la puerta de mi habitación: es mi cuerpo -con la americana, el pañuelo doblado en el bolsillo, la corbata y los pantalones bien planchados- que viene a buscarme. Mi madre siempre me lo dice: "¡Un día te olvidarás la cabeza!".

Albert Rossell

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