1.1.02

Para no dudar más se ató la bandera de la desidia en los ojos y dejó de mirar a ese hombre incitador que acababa de conocer. Pero al ver sin querer esos dedos, esos labios, se preguntaba qué ocurriría si él daba el primer paso, y al preguntarse, una catarata de placer intrigado la recorrió de la cabeza a los pies. Este temblor provocó al muchacho, que se acercó con un interés distinto hasta rozar su hombro con la bandera, haciendo que la catarata se tornara volcán y que de la erupción consecuente se lograra descifrar: “Perdona, ¿me lo pasas?”.

Margarita

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