12.11.01

Olor

Apenas se levantó sintió el olor. Pútrido. Nauseabundo. Cerró las ventanas de la casa, pero todo seguía impregnado de él. Trató de desayunar, pero era imposible con esa fetidez. Decidió ir al pueblo a comprar otra linterna, una igual que la que se había roto la noche anterior. Se puso su nuevo vestido y los pendientes a juego sin conseguir acostumbrarse a la hediondez. Tampoco cuando salió a toda prisa, libre por vez primera en mucho tiempo, para coger el jeep. Ni en el pueblo -la distancia de nada servía-. Debió haber cavado más hondo, pero anoche no había luna.

Albert Rossell

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