El hombre que siempre salía dos veces
No podía ser. Otra vez el mismo error. Estaba desesperado.
Cada día igual. Cogía los bártulos, echaba un vistazo general y marchaba hacia el ascensor despidiéndose de todos. Llegaba a la planta baja, fichaba, salía por la puerta y, ¡oh! el móvil, ¿donde está?. Lo buscaba desesperadamente por los diferentes bolsillos con la angustia poco a poco invadiéndole. No podía ser. Otra vez, no. Ya escuchaba las carcajadas contenidas de los compañeros: "¿Has olvidado algo?".
Cuando marchó de nuevo, se reunieron, y Matías dijo: "Por poco me descubre". A partir de mañana, cuando bajara en el ascensor, iría otro compañero.
Isaac Aparicio
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