25.1.05

El pintor

Primero empezó por el rojo, pero claro, era el color de la sangre. Cambió entonces por el verde, pero notó que le recordaba a algunos horribles insectos. Probó con el negro, y sintió en él la cercanía de la muerte. El blanco debe resultar, -se dijo- pero éste se le asemejaba a las mortajas fúnebres. Y así fue probando con decenas de colores, hasta que se rindió amargamente. Un último intento con el naranja, que pronto descartó por relacionarlo con los chalecos de seguridad, lo sumió en un profundo pozo creativo. Abandonó la idea y dejó al perro como estaba.

Darío Blanco

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