28.10.03

Badalona, mon amour

Hace muchos años, mi amigo Miguel, inteligente y meticuloso, tenía una inexplicable predilección por Badalona. De nada le servía preparar concienzudamente el itinerario. Fuésemos adonde fuésemos, terminábamos siempre en Badalona. Aunque nos dirigiéramos al otro extremo del mundo, él se las apañaba para encadenar una sucesión de errores, al salir de la autopista, al tomar una bifurcación, que le llevaban a dicha población costera. No tengo noticia de nadie con una patología geográfica similar. ¿Una fijación traumática? ¿Un comportamiento instintivo como el de las ballenas?...

Me apetecería volver a ver a Miguel... Un día de éstos me acercaré hasta Badalona.

Albert Rossell

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